Castellanos - 16-Feb-10 - Opinión
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EDITORIAL
La mitomanía como símbolo de poder
La Presidente volvió a atacar a medios de comunicación. No se puede saber si lo suyo es una sincera actitud de rechazo contra quienes no le son gratos por tener una perspectiva de oposición a su desgobierno, o si su encrespado reclamo busca sacar la atención de hechos que la complican o que muestran un fracaso, momentáneo o futuro, como en el manejo del fondo del bicentenario. De una o de otra forma su verbosidad no le hace ningún favor, ni a ella ni al país que dice dirigir.
La presidente volvió a atacar a medios de comunicación. No se puede saber si lo suyo es una sincera actitud de rechazo contra quienes no le son gratos por tener una perspectiva de oposición a su desgobierno, o si su encrespado reclamo busca sacar la atención de hechos que la complican o que muestran un fracaso, momentáneo o futuro, como en el manejo del fondo del bicentenario. De una o de otra forma su verbosidad no le hace ningún favor, ni a ella ni al país que dice dirigir.
Cuando se dan procesos autocráticos, como el del matrimonio presidencial, resulta difícil - aún a los más cercanos y fieles colaboradores - llamarlos a sosiego y enfrentarlos con la realidad porque temen transformarse en sus víctimas. Seguramente les iría mejor si cada declaración pública fuera previamente evaluada por sus asesores. Su capacidad para la improvisación es nula, a menos que sus dichos se utilicen para el teatro del absurdo. Pero desgraciadamente no son sólo un motivo de jolgorio local, también traspasan las fronteras.
"Después de todo, la de periodista es una profesión noble". Lo suponemos, Señora, pero no sabemos después de qué.
En el último tiempo Cristina Fernández ha hecho alusión a cosas tan dispares como su vida marital, el viagra (sildenafil), la carne de cerdo y sus extraordinarias virtudes. es decir, una cháchara chabacana que no debería darse en una primera mandataria. Un sector de la población, siempre, afecto a la juerga y el regocijo, siguió alentando sus dichos hasta el momento mismo en que el supuesto beneficiario de las virtudes de la carne de cerdo debió ser operado por un accidente arterial.
Ahora la presidente trae a colación una historia incógnita de una detención en tiempos Isabel Perón o del proceso. Todo es nebuloso. Los tiempos van de una noche, según unos, a casi un mes según ella. Una historia loca que la mayoría se niega a creer por sobrados motivos. Es decir, versiones contrapuestas entre las de ella y las de Kirchner; desmentidos de quienes estuvieron mucho tiempo trabajando con ellos y deducciones de lógica pura.
Esas dudas, planteadas entre otros por Clarín y La Nación, son las que la han encrespado en una nueva arremetida contra los medios de comunicación. Un hecho de por sí insano ya que ¿en qué cambia las cosas que haya sido detenida o no? ¿La hace mejor persona a la vista de los demás? ¿La transforma en alguien más creíble? Cristina Fernández no recuerda que su discutido título de abogada nunca fue presentado a la vista de nadie, y que el juicio por atribución indebida de títulos y honores ha quedado cajoneado porque su legajo fue retirado de la Universidad de La Plata. ¿Siendo presidente, no hay quién pueda certificar sus dichos? ¿No podría mostrar también su cartulina universitaria?
No se puede generar credibilidad a partir de una mentira, ni siquiera de una verdad que no se puede probar. Los dichos de la presidente complican la situación general. Ni la mentira ni la fabulación son caminos conducentes al entendimiento. La presidente comienza a no sentirse querida, es decir, comienza a darse cuenta de la realidad y recurre a esto, a su auto victimización, porque la mitomanía es, en el fondo, una gran necesidad de afecto que la lleva a llamar la atención en forma permanente con mayores mentiras.
En nuestro país, Erasmo de Rotterdam podría, seguramente, rees-cribir su "Elogio de la locura" ya que aquí, ésta es la que analiza y juzga a la razón.
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