"Vos tenés que soportar los sufrimientos como un buen combatiente de Jesucristo. Ningún combatiente en servicio activo se enreda en los asuntos de la vida civil, porque tiene que estar completamente a las órdenes de su comandante.
De la misma manera, el deportista no puede ganar si no respeta las reglas del juego.
El que trabaja la tierra tiene derecho a ser el primero que goza la cosecha.
Pensá en todo esto que te digo, y que el Señor te ayude a comprender el resto".
(San Pablo a Timoteo, II; cap. 2, 3-7)
Eso es justamente lo difícil, mi amigo: comprender el resto. Por eso quisiera contarte algunas cosas que la vida me fue obligando a reflexionar. Creéme, también yo, como vos quiero ser fiel tratando de portarme como un combatiente comprometido, respetando las reglas del juego y buscando el sentido de mi oficio de labrador, que me dará derecho un día a gozar de la cosecha.
Hay algo por dentro que te empuja y te mantiene tenso. Algo que busca, como arroyito, el mar, y se la pasa golpeando contra las barrancas que lo embretan.
Cuando pensás: es por aquí, te topás con un No. Tal vez ese sea el por qué del canto de los arroyitos que los cerros obligan a buscar los valles. También vos tenés que buscar porfiadamente un lenguaje para tu pueblo, que haga posible que tu mensaje llegue hasta él. Querés llevar el agua limpia de las cumbres de tus ideales hasta el mar. Querés conocer de antemano el curso que te lleva hasta allá. Y eso no se puede dar. Porque el curso sólo estará hecho al final y será el resultado de todas las soluciones parciales y provisorias que habrás encontrado a los obstáculos que te embretan.
A medida que vayas dejando las cumbres regaladoras de horizontes infinitos y te vayas acercando al llano, te darás cuenta de que al mar no se puede llegar solo. Sería muy épico eso de que el arroyito bajara saltando desde las cumbres y se precipitara en cascada sobre el mar endulzando toda su agua. Epico, romántico e inútil. Porque es imposible. El día que el arroyito se encuentra con el mar se dará cuenta de su infinita pobreza al constatar que todo lo que tiene, desde el caudal de su agua hasta el movimiento de su búsqueda, le fueron regalados previamente por el mismo mar.
Entonces quizá comprendas que su tu ser de arroyo es simplemente un camino de respuesta entre los ideales y la realidad, ente las cumbres y el mar; pero que tendrás que realizarlo humildemente sobre la tierra. Que el caudal de tus aguas, que vos creías novedoso para el mar, ya de alguna manera había recorrido el camino inverso en forma de nube empujada por el viento. Ningún arroyo crea sus propias aguas, sino que las recibe de las lluvias, o del deshielo. Lo que aportaras a tu pueblo, en realidad ya lo has recibido de él. El diálogo entre los ideales y la realidad, es mucho más antiguo que tu historia personal.
Otra verdad que quizá el llanto te enseñe; si es que estás dispuesto a escucharlo; es lo que ya te dije: que al mar no se puede llegar solo. Hacia allá también avanzan las aguas de mil vertientes y la greda de mil litorales. Aunando direcciones y aportando cada una su caudal, se forma el gran río de la historia. Los obstáculos que cada arroyito encuentra en su curso hacen que al final los cursos se encuentren y formen la gran corriente única.
A lo mejor tu arroyito sufrirá la sensación de haber perdido su identidad de torrente cordillerano, trotador y bullanguero, pero participarás de la pausada constancia de los grandes ríos litoraleños que abrevan pueblos y comunican ciudades. Ya no sentirás esa espontánea libertad de esquivar las piedras y cantar al viento, pero sabrás que es tuya la poderosa marcha lenta del gran río que reúne todas las aguas de una cuenca, camino al mar.
Al ingresar a tu pueblo no lo cambiarás, ni tampoco habrá dejado de tener sentido tu existencia propia. Seguirás viviendo en la gran unidad de aquello que te había regalado tu propio caudal, y que gracias a tu aporte podrá seguir preñando nubes que el viento arreará nuevamente hacia las cumbres para continuar pariendo desde allí nuevos arroyitos. Puede ser que entonces tu viejo curso seco sirva en parte para que los nuevos arroyitos encuentren también su camino hacia el mar.
Pero las gredas y las sales que en tu curso, hayas sabido arrancar a la tierra, serán guardadas por el mar. Serán tu aporte personal, único e irrepetible. Luego de tu encuentro con el mar de tu pueblo, éste habrá quedado más o menos enriquecido, según haya sido la profundidad de tu diálogo con la tierra en el tiempo de tu curso.
Cuando todo sea todo en todos, lo tuyo será para todos, y lo de todos será para vos.
Mientras tanto tendrás que ser fiel a tu compromiso de combatiente, respetando las leyes de juego, para poder gozar un día en plenitud de la cosecha.
Pequeño Poema
Río y Nube, son los dos
agüita del mismo estero;
uno busca por los bajos,
la otra vuela por los cielos.
El Río brama en el surco
El Río brama en el surco
y va embarrando su cuerpo,
la otra da el pecho al aire
y su camino es el vuelo.
por Mamerto Menapace, publicado en Madera Verde, páginas 29 a 32.
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