Por Juan Salinas Bohil
El titulo de la entrega no intenta hacer referencia a una marcha de apoyo a la noble actividad del remo o de alguna ONG que tenga por consigna lograr del gobierno “Filtros de agua potable para Todos”. No. Se refiere al posterior aspecto habitacional que tiene como consecuencia la limpieza del nauseabundo Riachuelo que es de esperar alguna vez se termine sin que su costo alcance, comparativamente hablando, las cifras escandalosas de Yaciretá o de cualquier otra obra pública.
Dentro de las obligaciones a que se ven obligados los contribuyentes sin que nadie se haya atrevido hasta el momento a levantar su voz en contrario, se encuentra la financiación de viviendas para aquellos a quienes el mayoritario socialismo argentino implantado en todos los partidos políticos considera “carenciados”, “pobres” o, en términos de la feligresía progresista, con sus “Necesidades Básicas Insatisfechas” (NBI).
Precisamente fue ayer que comenzó la primera etapa del traslado de once familias –sobre un total de 110– que viven sobre una de las riberas del Riachuelo a un complejo habitacional ubicado en un barrio de esta ciudad. Como exigen las disposiciones en vigencia, las viviendas están equipadas con gas, luz, agua corriente y cloacas. La reubicación es parte de la limpieza de las márgenes del río y las familias a trasladar son miles.
El tema de la vivienda propia excede en mucho las síntesis que suelen explayarse en CORREO DE BUENOS AIRES porque todos los humanos necesitan un techo donde guarecerse. Es como el de la inseguridad: complejo pero no de difícil solución. Hasta ha llegado a la Corte Suprema una boliviana para que le den bola, es decir, una vivienda, como se les ha otorgado a muchos de sus compatriotas. ¿No debería pagársele además una indemnización por haberla humillado al llegar a Argentina y no tener una casa a su disposición. ¿Y los derechos Humanos de la gente qué?
“El acceso a una vivienda digna” como señala la Constitución debería ser para todos, pero como muchas normas es de absoluto incumplimiento para la mayoría necesitada. Pero hay maneras y maneras de conseguir las cosas; y formas y formas de otorgarlas y de rasgarse las vestiduras por “los que menos tienen”.
La usurpación en Argentina es un negocio permitido, diríamos, un deporte nacional, muy especialmente en la provincia de Buenos Aires y esta ciudad capital. Pero vivir a orillas de lo nauseabundo y criar hijos allí para después decir quw tienen afecciones pulmonares, cuando puede hacerse en cualquier otro lugar, ronda los límites de la hijaputez. Idéntica situación podría atribuirse a los funcionarios públicos de toda laya que ignoraron durante décadas no sólo el tema habitacional sino el sanitario y el alimenticio de esas personas.
Pero a ciertas cosas hay que comenzar a ponerles límites, máxime cuando se sostienen por décadas. Han dicho los funcionarios de la Comisión Municipal de la Vivienda que no saben cuánto pagarán mensualmente los nuevos propietarios por el otorgamiento. Es un hecho de vieja data. No dicen, además, cuántos antiguos beneficiarios de esta tómbola inmobiliaria aún siguen pagando las cuotas; no se sabe cuánto es el valor total de la propiedad (pregúntenle a Sergio y Hebe) y básicamente, no saben (no dicen) cuántos de estos nuevos propietarios han vendido sus viviendas bajo la figura de la “Cesión de derechos” que han podido realizar en cualquier escribanía a pesar de la expresa prohibición que conlleva la “donación”.
El señor Moyano acaba de reclamar nuevamente que los obreros tengan (“participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección”) , que bueno es recordarlo, es un mandato constitucional. La vivienda digna también.
Ycomo no existe nadie más democrático que nosotros, instamos a los diversos gobiernos a cumplir la Constitución como Dios manda, pero en todos sus artículos. Los obreros al Poder (de las empresas), juicio por jurados y “Casitas para Todos”, gratis, por supuesto. Sería un buen programa gubernamental que podría hacer ganar más de una elección. Todos, absolutamente todos vayámonos a vivir al Riachuelo. Los que viven en hoteles, los que se quieren casar, los de la clase media baja y media media en franca desaparición, y los que tienen vivienda también. Anótese. Ya están saliendo los micros.
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