sábado, 24 de septiembre de 2016
PANORAMA
Panorama político nacional de los últimos siete días
Malvinas y gremios: paro en
suspenso, diálogos en marcha
De la reunión del Comité Confederal de la CGT consumada el viernes 23 no surgió, como se pronosticaba, una convocatoria a paro general, sino un cheque en blanco para que la conducción tripartita de la central (Juan Carlos Schmid, Héctor Daer, Carlos Acuña) decida si habrá alguna medida de fuerza, cuál y cuándo.
Schmid, que cubre el flanco más duro del triunvirato, dejó que se le atribuyera la insistencia en un paro de 24 horas (en cualquier caso, sin movilización) durante el mes de octubre (“que tiene 30 días”, habría dicho como para patear hacia adelante los plazos). Lo cierto es que por ahora todo queda en una presión amenazante, a la espera de que avancen negociaciones en curso que hospeda hasta el momento el ministro Jorge Triaca con el estímulo acuerdista de la Iglesia.
La mirada del Papa
El Presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor José María Arancedo, recibió a mitad de la última semana a Triaca (escoltado por el jefe de gabinete, Marcos Peña, y uno de los dos influyentes subjefes, Mario Quintana) y reiteró ante ellos la necesidad de que atendieran las inquietudes de los trabajadores y los más sumergidos. Reiteraron la necesidad de que se promueva un acuerdo entre los sectores del trabajo y la producción que se extienda inclusive a la política.
Diez días antes los obispos se habían entrevistado con los gremialistas, a quienes les requirieron prudencia: “agotar todas las instancias antes de lanzar medidas de fuerza”. Los dirigentes están cumpliendo ese compromiso. Faltan las señales del otro lado del mostrador.
Hasta ahora la Casa Rosada se ha mostrado renuente al formato del acuerdo social. Y mucho más a promover una mesa grande que incluya a los políticos. En cualquier caso, deja que se vaya filtrando cierta admisión de lo ineludible. Un mes atrás, el ministro de Hacienda opinó que “no hacer un pacto social implica menos actividad económica y más inflación". El parece expresar el ala proacuerdo del oficialismo. Ahora empieza a inclinarse hacia ese costado el conjunto del gobierno. Esta semana los cronistas que cubren Balcarce 50 informaron que “se estudia” allí la posibilidad de un pacto que incluiría a “empresarios, sindicatos, gobernadores”. El escenario en el que el oficialismo prefiere confinar la búsqueda de convergencias con la oposición política es el Congreso. Confía en que gremios y gobernadores peronistas aceiten adecuadamente la paz legislativa.
Se supone que los acuerdos tienen un costo: facilidades financieras y obras para provincias (y municipios, que también inciden en el paisaje). Y en relación con los gremios -más allá del listado ya conocido de reivindicaciones, que empieza con el tema del impuesto al trabajo- hay que contemplar la posibilidad de estímulos salariales antes de diciembre (sea con una ronda extra de paritarias o vía una suma fija, librada de gravámenes, que refuerce el aguinaldo). Gremios y al menos un amplio sector de empresarios reclamarán, en ese punto conjuntamente, que se acoten las importaciones (proteccionismo versus competitividad).
¿Se resigna el gobierno al hecho de que necesita socios para garantizar el puente temporal hasta que se concrete la reactivación que anuncia?. Esa sociedad tiene beneficios, pero naturalmente supone costos. Los sectores internos y aliados del oficialismo que ya se quejaban de su opción por el gradualismo se pondrán más nerviosos. Los acuerdos fortalecerán relativamente a inminente competidores electorales. Acuerdo no significa ausencia de conflicto, sino contención de los conflictos dentro de límites manejables; acuerdo también sobre los desacuerdos.
A mediados de octubre Mauricio Macri se encontrará en Roma con el Papa Francisco. No es improbable que para esos días las señales de convergencia sean más claras y auspiciosas.
El gobierno, que triunfó en las urnas con el diálogo como una de sus banderas, no debería sentirse disminuido por aceptar la vía del acuerdo.
Malvinas: omisiones y contratiempos
Diálogo y acuerdos son también la sustancia de los contratiempos que experimentó el oficialismo esta semana alrededor de la cuestión Malvinas. Sobre este punto el gobierno viene envuelto en una nube de equívocos. Su aproximación al tema (y lo mismo podría decirse de las líneas centrales de la política exterior) es una continuidad de la que se desplegó en la década del Noventa: paraguas de soberanía, diálogo con Londres, contacto amable con los isleños, análisis de enfoques conjuntos en hidrocarburos y pesca, vuelos, acceso de argentinos a las islas, etc., como siembra paciente a la espera de poder cumplir con el mandato de las Naciones Unidas de tratar con los británicos el diferendo por la soberanía.
Buena parte de la oposición (principalmente el kirchnerismo) y hasta una parte significativa de la coalición parlamentaria oficialista cuestionan ese enfoque. El kirchnerismo lo asocia explícitamente con la llamada “estrategia de seducción” practicada en aquellos años por Guido Di Tella, que procuraba reconstruir y ampliar la conectividad que existía con las Islas antes del retroceso provocado por la derrota militar de 1982, mientras maduraban las condiciones para que el tema central se resolviera de la única forma que quedaba: política y diplomáticamente.
Lo curioso es que la canciller Susana Malcorra no sólo omite el antecedente ditellista, sino que, cuando menciona aquella política, la ningunea con enfoques análogos a los que sus críticos emplean ahora contra ella. ¿Habla en prosa sin saberlo?
Como se trata de una mujer inteligente que se propone alcanzar la secretaría general de la ONU, hay que suponer que su conducta obedece a algún motivo. Quizás su reticencia hacia el Canciller de los años 90 forme parte de una estrategia de seducción de su propia base parlamentaria que, como se observó el último miércoles en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados le regaló un altavoz a sus (numerosos) críticos y prometió bloquear los eventuales acuerdos sobre pesca y petróleo que entretejen la Cancillería y el Foreign Office.
Buena parte de los aliados del Pro en esa comisión se regocijaban cuando los diputados K o el del Partido Obrero la instaban a pedir licencia mientras sea candidata o lisa y llanamentea renunciar al ministerio de Relaciones Exteriores.
El propio presidente Mauricio Macri aportó a los equívocos sobre Malvinas cuando declaró que en una charla incidental en Nueva York, en el contexto de la apertura anual de sesiones de la ONU, la premier británica Theresa May había accedido a mantener conversaciones sobre soberanía.
Sólo él y la señora May saben si en privado tocaron el tema explícitamente o con la cautelosa y sabia ambigüedad de los diplomáticos (decir, por ejemplo, “hablaremos sobre todos los temas pendientes”). Lo cierto es que el hecho de que Macri mencionara la palabra “soberanía” en ese contexto forzaba a su contraparte a rectificarlo. Nobleza obliga: los británicos le anticiparon a Malcorra que habría una desmentida y fue la propia Canciller la que tuvo que enmendarle la plana a su jefe.
Lección: cuando se pueda asegurar públicamente que habrá conversaciones sobre soberanía será porque estas ya están muy avanzadas. Macri se dejó presionar por la atmósfera doméstica (que él suele denominar “círculo rojo”) y quedó expuesto.
Conviene, en cualquier caso, mirar las cosas con menos impaciencia, con menos superficialidad. Prestar atención a los detalles. Por caso: el 11 de agosto, en vísperas de los encuentros entre Malcorra y su colega británico, Sir Alan Duncan, el gobierno de las Islas se sintió en la necesidad de tranquilizar a su no tan numerosa opinión pública y emitió un comunicado de prensa asegurando que las conversaciones entre Buenos Aires “no incluirán el tema de la soberanía”. El pronunciamiento pareció una redundancia.
El mismo comunicado del gobierno isleño aseguraba que las conversaciones sobre ampliación de las comunicaciones aéreas de las Islas “no incluyen conexiones con Argentina”. En cambio, el comunicado conjunto que Duncan firmó en Buenos Aires con el vicecanciller Carlos Foradori puntualiza, que “acordaron el establecimiento de dos escalas adicionales mensuales en territorio continental argentino (Mainland Argentina en la versión inglesa del documento), una en cada dirección”.
Detalle verbal: “territorio continental argentino” es la expresión que suele emplear la Cancillería en estas ocasiones para destacar diplomáticamente la existencia de la Argentina insular. Foradori, que a fines de los años 90 coordinó el Grupo Atlántico Sur constituido por Di Tella, conoce bien ese lenguaje.
Tanto el diálogo con interlocutores foráneos como el que se despliega en el ámbito interno, con actores domésticos, requieren paciencia, atención, capacidad para escuchar, emplear las palabras más convenientes y precisas sin dejar de comprender que la relación tiene otras señales además de las palabras y otros actores, además de los interlocutores principales. En fin: requiere dejar de lado la idea de la imposición (sobre todo cuando se carece de fuerza suficiente para imponer).
Jorge Raventos
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