La presión sindical
Escrito por Elena Valero Narváez
Periodista, historiadora y analista política
El gobierno del presidente Macri debe enfrentarse a la presión sindical que, más allá de cumplir con su misión de defender las condiciones laborales de los trabajadores, intenta -desde que Perón logró el apoyo de los sectores obreros, con una nueva concepción política, donde el Estado se convirtió en el defensor de los intereses populares- tomar el lugar de los partidos políticos.
Es cierto, que durante el gobierno peronista (1945-1955) los dirigentes sindicales y la masa obrera se incorporaron a la vida política en el marco de las instituciones democráticas, pero, al mismo tiempo, Juan Domingo Perón inicia la política del Estado Benefactor como sucedía en otras partes del mundo. Así lo ejemplifica la política del New Deal, la cual significó, también, la institucionalización de los sindicatos.
El presidente Perón no se contentó con organizar al sindicalismo para que dejara de ser un masa inorgánica y peligrosa para el Estado, sino que en el marco de un política de estatizar empresas y regular el proceso económico -a través de leyes de control del uso de la propiedad, política bancaria y de precios, entre otras- exigió un estrecho compromiso político por el cual los dirigentes sindicales perdieron autonomía y debieron mantener a los trabajadores dentro de los límites exigidos por el gobierno. Los gremios debieron colaborar estrechamente con el.
El sindicalismo argentino se organizó bajo la influencia de la "Ley Rocco" de la Italia mussoliniana, donde no se invalida la creación de otros sindicatos pero, el reconocido por el Estado, es el único que puede establecer contratos colectivos con la Empresa. Sin embargo, el derrocamiento de Perón, en 1955, hizo posible una independencia, cada vez más amplia, en las direcciones sindicales de los gobiernos, permitiéndoles capitalizar, frente a ellos, su capacidad de movilización obrera. Ello hizo conscientes a los próximos gobernantes que no es posible una política que rehúse entenderse con los sindicalistas.
La importancia del sindicalismo se expresa por su peso político en el contexto del conflicto social. Tiene un fuerza política determinante en las democracias, no así en las dictaduras (incluidas las electivas), donde pierden fuerza e institucionalidad como lo demostró en Argentina, el gobierno de Perón y en mayor medida los totalitarismos del siglo XX. Estos fueron enemigos del capitalismo, en su afán de pretender absorber "todo" dentro del Estado sin dejar nada fuera de él.
Macri reabrió un proceso democrático en cuanto a la política general, por ello tendrá que sufrir las demandas siempre crecientes de los sectores sindicales. Estos, por razones históricas, se vigorizaron más que el sistema de partidos, pretendiendo usurpar su lugar: golpean directamente al poder para exigir sus demandas debilitando las instituciones democráticas.
Si la política del anterior gobierno fue autoritaria y trató de destruir a los partidos, la actual pretende su consolidación, mejorando la Justicia, institucionalizando la opinión pública, como así también intentando liquidar al sistema corporativo. Es de esperar, entonces, que el Gobierno logre que el sindicalismo no viole el ejercicio democrático, con huelgas, manifestaciones, u ocupaciones de los lugares de trabajo.
Debiera afianzar a los partidos democráticos para que cumplan su misión de articular intereses, impidiendo las inducciones corporativas de los sindicatos o asociaciones empresarias, entre otras, en sus intentos por imponer decisiones autoritarias para dirimir los conflictos que supone la difícil realidad actual.
Por su parte, los lideres sindicales debieran ayudar, en lo posible, a salir de difícil situación que viven los trabajadores, apoyando, el sistema democrático que impone un ambiente pacífico para resolver los problemas, sin olvidar que con un estado omnímodo, una sociedad civil estrangulada y la desaparición del sistema de partidos y de la propiedad privada no hay asociación voluntaria posible. A más autoritarismo, más almas serviles, por lo tanto, como lo muestra la historia, no hay sindicalismo independiente porque el gobierno asume, en ese caso, el poder político absorbiendo en sí la representatividad de todos los grupos sociales.
jueves, 6 de octubre de 2016
PRESIÓN SINDICAL
La presión sindical
Escrito por Elena Valero Narváez
Periodista, historiadora y analista política
El gobierno del presidente Macri debe enfrentarse a la presión sindical que, más allá de cumplir con su misión de defender las condiciones laborales de los trabajadores, intenta -desde que Perón logró el apoyo de los sectores obreros, con una nueva concepción política, donde el Estado se convirtió en el defensor de los intereses populares- tomar el lugar de los partidos políticos.
Es cierto, que durante el gobierno peronista (1945-1955) los dirigentes sindicales y la masa obrera se incorporaron a la vida política en el marco de las instituciones democráticas, pero, al mismo tiempo, Juan Domingo Perón inicia la política del Estado Benefactor como sucedía en otras partes del mundo. Así lo ejemplifica la política del New Deal, la cual significó, también, la institucionalización de los sindicatos.
El presidente Perón no se contentó con organizar al sindicalismo para que dejara de ser un masa inorgánica y peligrosa para el Estado, sino que en el marco de un política de estatizar empresas y regular el proceso económico -a través de leyes de control del uso de la propiedad, política bancaria y de precios, entre otras- exigió un estrecho compromiso político por el cual los dirigentes sindicales perdieron autonomía y debieron mantener a los trabajadores dentro de los límites exigidos por el gobierno. Los gremios debieron colaborar estrechamente con el.
El sindicalismo argentino se organizó bajo la influencia de la "Ley Rocco" de la Italia mussoliniana, donde no se invalida la creación de otros sindicatos pero, el reconocido por el Estado, es el único que puede establecer contratos colectivos con la Empresa. Sin embargo, el derrocamiento de Perón, en 1955, hizo posible una independencia, cada vez más amplia, en las direcciones sindicales de los gobiernos, permitiéndoles capitalizar, frente a ellos, su capacidad de movilización obrera. Ello hizo conscientes a los próximos gobernantes que no es posible una política que rehúse entenderse con los sindicalistas.
La importancia del sindicalismo se expresa por su peso político en el contexto del conflicto social. Tiene un fuerza política determinante en las democracias, no así en las dictaduras (incluidas las electivas), donde pierden fuerza e institucionalidad como lo demostró en Argentina, el gobierno de Perón y en mayor medida los totalitarismos del siglo XX. Estos fueron enemigos del capitalismo, en su afán de pretender absorber "todo" dentro del Estado sin dejar nada fuera de él.
Macri reabrió un proceso democrático en cuanto a la política general, por ello tendrá que sufrir las demandas siempre crecientes de los sectores sindicales. Estos, por razones históricas, se vigorizaron más que el sistema de partidos, pretendiendo usurpar su lugar: golpean directamente al poder para exigir sus demandas debilitando las instituciones democráticas.
Si la política del anterior gobierno fue autoritaria y trató de destruir a los partidos, la actual pretende su consolidación, mejorando la Justicia, institucionalizando la opinión pública, como así también intentando liquidar al sistema corporativo. Es de esperar, entonces, que el Gobierno logre que el sindicalismo no viole el ejercicio democrático, con huelgas, manifestaciones, u ocupaciones de los lugares de trabajo.
Debiera afianzar a los partidos democráticos para que cumplan su misión de articular intereses, impidiendo las inducciones corporativas de los sindicatos o asociaciones empresarias, entre otras, en sus intentos por imponer decisiones autoritarias para dirimir los conflictos que supone la difícil realidad actual.
Por su parte, los lideres sindicales debieran ayudar, en lo posible, a salir de difícil situación que viven los trabajadores, apoyando, el sistema democrático que impone un ambiente pacífico para resolver los problemas, sin olvidar que con un estado omnímodo, una sociedad civil estrangulada y la desaparición del sistema de partidos y de la propiedad privada no hay asociación voluntaria posible. A más autoritarismo, más almas serviles, por lo tanto, como lo muestra la historia, no hay sindicalismo independiente porque el gobierno asume, en ese caso, el poder político absorbiendo en sí la representatividad de todos los grupos sociales.
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