EL CID

Por Guillermo Cherashny

Ayer salió Néstor Kirchner del sanatorio y, si bien se suspendieron los actos con su presencia por quince días, nadie duda que desde su descanso sigue impartiendo órdenes para mantener unida la tropa. Pero también es evidente que no tiene la fuerza de antes. El jueves pasado, tres días antes de su internación, no pudo conseguir las cabezas de Horacio González y Raúl Pérez, presidentes de la Cámara de Diputados y del Bloque Justicialista respectivamente, los líderes de la resistencia a acompañar la operación Kirchner 2011.

El ex presidente apenas logró una solicitada de apoyo y nada más. Lejos están los episodios como el sucedido hace tres meses, cuando un llamado alcanzó para echar a Emilio Monzó del Ministerio de Agricultura provincial.

Rodrigo Díaz de Vivar fue el Cid Campeador, que, muerto, atado en su silla al caballo, ganó su última batalla, para consuelo de su mujer Doña Jimena. Aunque en este caso, Kirchner está vivito y coleando, porque “nadie muere en las vísperas”. Pero políticamente, para la percepción de gran mayoría de la opinión pública sobre la corrupción gubernamental y la inflación creciente, está cerca de ser un muerto político, por lo menos en lo que respecta a su futuro. La actual y futura emisión monetaria puede lleva la inflación a más del 30% anual y no es ningún disparate si se toma el 2,3% de enero y el 1,5% de febrero más la emisión espuria de dinero.

Recreando la frase del General: “No es que la oposición sea buena sino que Kirchner es el peor”. Está claro que la diarquía santacruceña y su llamado “modelo” están agotados sin remedio y si inflan la demanda el aumento de precios será mayor y menores los ingresos de los sectores medios, medios bajos y bajos, que no lo volverán a votar.

Sin embargo, en la isla de la fantasía de Olivos se cree que, aumentando la demanda y los salarios un 25% más lo que puede utilizar de las reservas internacionales, más el crecimiento del 6% que esperan este año, tendrán aire para pelear la presidencia o, por lo menos, la gobernación de Buenos Aires, y mantener los ansiados fueros ante un reclamo de la justicia.