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¿SERÁ POSIBLE LA RESTAURACIÓN DE LA DEMOCRÁCIA?
Por Jorme Omar Alonso
Es pertinente reivindicar sin tardanza la democracia política en nuestra Nación, aniquilada por el régimen autocrático.
Es imprescindible la restauración institucional para impedir que se prolongue más allá de lo soportable esta tiranía, destinada empero a perpetuarse según el pensamiento expresado por Kirchner.
Tomar conciencia de todo esto y poner el remedio exacto, será como renacer a la vida y sentirnos liberados.
Será también tarea de los dirigentes políticos que pretendan suceder a los Kirchner.
Y no lo van a poder hacer si no se reemplazan o se les quita protagonismo, a los principales elementos de los que se ha valido el régimen kirchnerista.
La democracia en su sentido más humildemente práctico, escribió Jean Françoise Revel, aporta ante todo el medio para que el pueblo se quite de encima, en el momento útil y de manera pacifica, sin guerra civil ni insurrección, un gobierno que gobierna mal.
En esto consiste su utilidad más visible.
El inconveniente que tienen los regímenes despóticos como el kirchnerato, es que pueden prolongar sus infamias por falta de condignas sanciones.
Además gracias a la aniquilación de la mayor parte de los mecanismos de freno y de control y como también de la prensa libre, logran perpetuarse sin mayores inconvenientes.
Así lo están llevando a cabo con la ayuda de una oposición timorata.
La democracia proporciona los instrumentos que permiten vigilar con toda legalidad a los gobernantes y cambiarlos si obran mal o si roban.
Claro que de todos modos el proceso de enjuiciamiento en nuestro caso es siempre lento y a destiempo.
Y no siempre la caída del régimen ha de implicar la expulsión de todos aquellos que actuaron en consonancia con aquel.
Esto quiere decir que al nuevo gobierno le será difícil convivir con todos esos nucleamientos que se han dedicado a alterar el orden cívico: piqueterismo y bandas de escraches, no pudiendo descartarse una posible intentona subversiva por parte de ciertas agrupaciones de neta identificación facciosa, que evidentemente promueven el choque y se hallan convenientemente armadas.
Pero también en el otro extremo encontramos a un empresariado amigo del poder de turno.
Es ese capitalismo privado apoyado por el régimen, que hizo jugosos negocios gracias a su genuflexión ante aquel, que lo protegió y lo remuneró a manos llenas.
A todo esto habría que agregar a un sindicalismo clientelista, coaccionador y mafioso.
Por otra parte nos encontramos con la existencia de la miseria de una parte de la población, la disparidad del nivel de vida y la recurrente inflación.
Son realidades muy duras a las que tendrá que hacer frente el nuevo gobierno.
El interrogante es: ¿podrán los nuevos gobernantes sacudirse este yugo y enmarcar a la República en una era de restauración después de la debacle kirchnerista?
Porque es evidente que lo que dejará el régimen será tierra arrasada.
Ardua tarea que les espera ante estos elementos de costumbres adquiridas, incrustadas durante mucho tiempo y que han de obrar como abrumadores vestigios del régimen ahora en pie.
A propósito hacemos mención de lo que se preguntaba Revel: ¿Pueden en la práctica ciertas sociedades pasar a la democracia, o bien arrastran un pasado y una mentalidad que las impiden transformarse en sociedades libres, o al menos llegar a serlo en un plazo breve?
Es un interrogante que le cuadra a la sociedad argentina: ¿Podremos quitarnos de encima esa tendencia a procurarnos al demagogo, que nos ha de salvar a cambio de ilusiones?
Es esa ilusión oculta por un velo que como escribió Ernesto Garzón Valdez: “detrás del cual los argentinos solemos interpretar nuestra historia y nuestro presente”
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Jorge Omar Alonso por gentileza de su autor.
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