Córdona Heróica repudia las palabras de odio hacia los ciudadanos Argentinos. Y solicita a las autoridades tomen medidas para evitar las discriminaciones xenofogas de politicos hacia los ciudadanos.

Desde Cordoba Heroica le decimos ¡Basta! a las discriminaciones xenofogas de politicos argentinos para con sus ciudadanos. Exigimos de las autoridades se dicten leyes condenando palabras y calificativos tales como: "Odio", "Golpista", "Gorila", "Oligarca", "vende patria", "cipayo", "nazi", "fascista", "Buitre", "Destituyente".


EXIGIMOS JUSTICIA POR: Las víctimas mortales de la tragedia del tren de Once: Juan Carlos Alonso; Karina Mariela Altamirano; Jonathan Maximiliano Báez; Dionisia Barros; Claudio F. Belforte; Natalia Benitez; Federico Agustín Bustamante; Micaela Cabrera Machicao; Darío Cellie; Daniel R. Matías Cerricchio; Juan Daniel Cruz; Graciela Beatriz Díaz; Sabrina Florencia Espíndola; Lucía Fernández Chaparro; Florencia Fernández Sugastti; Juan Leonel Frumento; Yolanda Sabrina Galván; Carlos María Garbuio; Alberto David García; Mónica Garzón; Marcela Alejandra Gómez; Ranulfo González Centurión; Verónica González Franco; Claudia Mariel Izzia; Fernando Andrés Lagrotta; Estela Legia (o Lei Jiang Yan); Nayda Tatiana Lezamo; Isabel López; Nancy López; Roberto López Pacheco; Alex Nahuel Martínez; Lucas Menghini Rey; Marina Moreno; Miguel Angel Núñez Vilcapona; Lucas Gabriel Palud Quini; Sofía Peralta; Silvia Gabriela Pereyra; Gloria Cecilia Pinilla León; Tatiana Pontiroli; Esther Sandra Reyes; Braulio Romero; Graciela Romero; María Scidone; Rosa Margarita Tevez; Sonia Torres Rolón; Gloria Alejandra Troncoso; Nicolás Elías Villalba; Pablo Fernando Zanotti; Cristian Zavala; Ana Teresa Zelaya; Ariel Zúñiga. VÍCTIMAS DE UN ESTADO IRRESPONSABLE - ¡JUICIO Y CASTIGO A LOS RESPONSABLES POLÍTICOS Y EMPRESARIALES!

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miércoles, 5 de mayo de 2010

VIERNES POR LA NOCHE

-Historia de un viernes por la noche
Por Omar López Mato

www.notiar.com.ar


Viernes por la noche. Avenida Corrientes. Cincuenta personas se pasean con pancartas por el medio de la calle. La circulación se interrumpe. Caos de vehículos. Nadie grita, ni suenan las bocinas. Estamos vencidos por la costumbre de ser parte involuntaria de la protesta ajena. Las pancartas cuentan que han cerrado un teatro.


Las bolsas de basura se acumulan sobre la vereda. Entre ellas un pibe escarba buscando estrellas y solo encuentra mendrugos. Una mujer joven ensaya malabares con una niña en brazos. Por unas monedas se compra la tranquilidad de conciencia. La mujer se va con un gracias, pero los ojos de la niña se quedan clavados en la memoria.

Un hombre de edad incierta duerme entre diarios y cartones luciendo los restos de su naufragio, un traje raído, una camisa que en un tiempo fue celeste hasta usa una corbata reducida a jirones; luce medias y mocasines que supieron de tiempos mejores. Gesticula y habla solo, o mejor dicho, dialoga con su pasado, sosteniendo el tetrabrick entre las manos.

Chicos de jeans y zapatillas corren entre los coches intentando limpiar parabrisas. Las pupilas dilatadas, la excitación innecesaria nos dicen que no están con nosotros. Una monedita, una monedita, mi mundo por una monedita. La felicidad para ellos se reduce a una pitada de la basura que los envenena.

La calle se ha convertido en un circo. Malabares, fuegos voladores, mimos. La gorra es una forma de vida. A la salida de los teatros una corte de vanidades exhibe muñecos, prismáticos, luces de colores que giran sin sentido. Entre ellos pululan los pungas, los descuidistas, los que aprovechan la oportunidad para meterse en tus bolsillos sin que te des cuenta. Igual, igualito al gobierno, al socio bobo, o no tan bobo que todos tenemos. Mejor debería decir el socio vago y comilón, de hambre voraz, que sin saber y solo guiado por su conveniencia te dice qué hacer, cuando y cómo, pero sin un por qué. ¿Por qué? Porque sí.

Desde que el mundo es mundo, éste ha sido gobernado por el “porque sí”, por grupos de poder celosos de sus prerrogativas.

En el paleolítico eran los hombres del garrote más grande… y desde entonces han sido siempre los mismos, pasando por variables más sofisticadas, menos evidentes y más civilizadas.

El dueño del poder militar romano era el dueño del Imperio que gobernaba al mundo. Cuando la corrupción royó las raíces del poder y los germanos, después de servir en los ejércitos romanos, aprendieron sus secretos bélicos, Roma colapsó y su poder se dispersó en cientos de reinados que Carlomagno, gracias a sus habilidades políticas y castrenses, logró reunir en un nuevo Sacro Imperio.

La historia se repitió desde entonces hasta que en el siglo XIX asistimos a la impensada invocación de la igualdad cívica –que solo había reconocido algunos ensayos poco exitosos de Estados religiosos que terminaban, a su vez, gobernados por una oligarquía.

A poco de iniciarse el ensayo bolchevique, la gente descubrió que solo habían cambiado de amo y la oligarquía zarista, con todo su glamour había sido reemplazado por un soviet menos elegante en su vestir, cuidándose de no irritar con su exhibicionismo, guardando las formas uniformadas para fomentar la fantasía igualitaria, aunque fuesen dueños de prerrogativas que los convertían en dirigentes aún más poderosos que el régimen al que habían combatido.

En la Argentina en tiempos de Rozas asistimos a la instalación de la oligarquía saladerísta porteña, que venía a reemplazar a la de los comerciantes contrabandistas de la colonia.

El modelo fue removido después de Caseros. El mundo necesitaba otras cosas, entre ellas la lana que alimentara los telares ingleses. Recién cuando aparece la tecnología del frío, es que los ganaderos posicionan el valor de nuestras carnes en el mundo y ellos se convierten en la llamada oligarquía vacuna.

Este grupo impuso su voluntad hasta la década del ’30, cuando el crack de la Bolsa de Nueva York marca la caída de los precios de los commodities. Entonces su poder es disputado por una incipiente burguesía industrial, aquellos que daban empleo a la masa obrera (aquí hablo de burguesía y no de oligarquía porque los industriales argentinos siempre han sido un grupo sin muchas pautas en común, más arrinconados por los vientos de terror que por la convicción de al unión).

El poder de esta burguesía industrial fue mermado, a su vez, por la aparición de una oligarquía sindical –socio inevitable del desarrollo productivo local. Si a esto le agregamos el socio paquidérmico del Estado, que se queda con más del 50 % de lo ganado, con lo ya expuesto, vemos que nos resulta muy difícil tener un costo argentino competitivo. Cada grupo de poder reclama una porción creciente de la torta y cuantos más grupos de poder compiten, más costosa es la infraestructura y menos eficiente la nación.

El kirchnerismo no solo abrevó en las doctrinas peronistas sino en la dialéctica marxista, tan de moda en los ’70. Son conscientes de la lucha de clases. Todos sus actos han fomentado esta lucha que han dirigido especialmente contra todo lo que huela a vaca, por más que no fuesen una amenaza real a sus ambiciones. En su esquema mental, la oligarquía vacuna se había erigido en su enemigo y era menester su destrucción más por una necesidad histórica y sociológica que por una competencia fáctica.

Para los “K”, el Ejército Argentino era el aliado natural de la oligarquía y como tal debía ser desarticulado.

El Kirchnerismo se abocó a quitarle poderío económico a los productores agropecuarios a través de impuestos y retenciones, limitando su capacidad de inversión y también su capital. Anulando a este grupo de poder el kirchnerismo, a su vez, está construyendo una poderosa oligarquía, basada en el petróleo y la minería. Llevan en su mochila a la ludocracia (el poder de la trampa) y el turismo como compañero de viaje.

El habitante del siglo XXI va a tener mucho tiempo libre y pocas posibilidades de transferencia social como hemos conocido hasta ahora (gracias al esfuerzo y al trabajo). De aquí en más saltarán a clases sociales superiores aquellos que cuenten con dotes excepcionales… o suerte de jugador.

El kirchnerismo pretende conservar su poder por las urnas, sembrando el terror, acallando las voces que discrepen, con sus centuriones dispuestos al choque. Moreno, Bonafini, Moyano son fieles seguidores de esta iniciativa, que no quieren perderse su porción de poder.

Pero como las suertes no siempre los han acompañado, han urdido un plan “B”: en caso de fracasar, han creado los resortes necesarios para ser parte de la nueva oligarquía que se impondrá sobre la Argentina del futuro. Ellos serán los árbitros del petróleo y el transporte de energía, las llaves del desarrollo económico futuro.

Su posición encumbrada quizás pueda evitar el alcance del largo brazo de la Justicia o en su defecto, mantener esquemas de poder económico que le sirvan para negociar con el gobierno de turno su exoneración. En suma una guerra de pandilleros amparados por un populismo hipócrita que lucha por su porción de poder a expensas de la confianza que es necesaria para que una nación crezca.

En el ínterin la mujer joven con su hija en brazos esbozará malabares para vivir, el hombre de edad incierta dialogará solitariamente con su tetrabrick mientras que un chiquilín vende en la noche rosas, que habrán de marchitarse apenas lleguen a ver la luz del sol.

omarlopezmato@gmail.com

Gentileza de www.olmoediciones.com en exclusiva para NOTIAR

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