domingo, 9 de octubre de 2011
LA CARCEL LOS ESPERA
Un choque inevitable
Ella contra Hugo
Cristina quiere sacar de la CGT al líder camionero.
Gestos y mensajes. Moyano teme terminar preso.
por Alfredo Leuco
La relación entre Cristina Fernández y Hugo Moyano está en su peor momento. La Presidenta no quiere ver más al camionero al frente de la CGT y el metalúrgico Antonio Caló aparece como el más probable reemplazante. La fractura expuesta se vio en Venado Tuerto, en la presentación del plan estratégico industrial que se fija metas hasta 2020. Estuvieron todos. Menos Moyano. Muchos pensaron que el faltazo era una manera de expresar su disgusto. PERFIL consultó a uno de los integrantes del estado mayor moyanista que, masticando su bronca, dio una respuesta contundente: “El Negro no fue porque no lo invitaron”. El otro orador fue José Ignacio de Mendiguren, el titular de la UIA, la central empresaria. Del lado de los trabajadores, le reservaron un lugar solamente a Caló, el capo de la Unión Obrera Metalúrgica, y a los representantes del Smata y de los textiles. Ni un solo gremio amigo de Moyano. Más claro, imposible. Hace meses que la Presidenta y el camionero no tienen una reunión de trabajo.
El último intento serio de acercamiento lo hicieron hace cincuenta días los ministros Amado Boudou, Julio De Vido y Juan Manzur. Fue un almuerzo reservado en el sindicato de taxistas. Del lado de la CGT, Moyano estuvo acompañado por tres caciques sindicales que lo bancan hasta las últimas consecuencias. Uno de ellos, que suele tener menos pelos en la lengua que el camionero, les preguntó a los ministros si ellos venían a bajar los niveles del enfrentamiento por pedido de Cristina o por iniciativa propia. La respuesta fue un incómodo silencio. Y nunca más se reunieron. Fue evidente que Cristina los desautorizó. La presencia de Manzur se explica porque uno de los principales temas de la batalla que se viene es por el manejo de las obras sociales.
CFK está convencida de que esa caja gigantesca es la base del poder sindical y que sin ella, será mas fácil domesticarlos. Piensa esgrimir un argumento que acompaña el sentimiento de gran parte de la sociedad: las obras sociales son el coto de caza de la corrupción y el principal dineroducto que enriquece ilícitamente a los dirigentes sindicales. Después de las elecciones, en medio de la euforia por la contundencia de los resultados, Cristina avanzará para ser la única propietaria del poder en todas sus formas. Hay un solo problema: los muchachos van a resistir. Al Gobierno, el manotazo no le resultará tan fácil como con las AFJP o la Anses. La defensa de esos fondos millonarios tal vez sea el único denominador común entre todos los grupos internos de la CGT. Los une el amor al dinero y el espanto al llano.
¿Por qué Cristina no quiere a Moyano que, junto con Saúl Ubaldini, es el líder obrero mas importante desde el retorno de la democracia? Nunca se llevaron bien, siempre hubo chisporroteos entre ellos. La exageración irónica de Luis Barrionuevo lo puso en términos chabacanos, pero descriptivos cuando dijo que Cristina se va a lavar la cara con desinfectante cada vez que Moyano le da un beso. ¿Qué es lo que le molesta a Cristina de Hugo? Varias cosas. Pero lo que más la irrita es que Hugo nunca termina de subordinarse. Moyano no hace saludo uno, saludo dos. Es arisco por naturaleza, áspero, rebelde. Al camionero, igual que a Cristina, le gusta mandar y no que lo manden. Cristina se siente todopoderosa después de semejante respaldo electoral, y Moyano también. Cree que su capacidad de movilización y de daño fueron decisivas a la hora de defender el modelo kirchnerista durante el conflicto con el campo y en la guerra contra Clarín. Moyano les confesó a sus amigos que Néstor Kirchner le reconocía ese apoyo y que Cristina le hace sentir que siempre están en deuda con ella. Se siente maltratado y habla con nostalgia de los viejos tiempos de sociedad con Néstor en la política y en los negocios. Ambos multiplicaron su poder y su patrimonio personal mientras se manejaron espalda contra espalda. Por eso, Moyano siente que Cristina es desagradecida con él y con el movimiento obrero. “Con ella no tenemos demasiadas diferencias”, dijo en Mar del Plata. Moyano no come vidrio. Es muy astuto y sabe que no hay condiciones para confrontar directamente con Cristina. Que sería un loco si se tirara contra la Presidenta en este momento. Que quedaría aislado dentro de los trabajadores sindicalizados que están, en su mayoría, conformes con la creación de 5 millones de puestos de trabajo y con los aumentos salariales que acompañaron o superaron la verdadera inflación.
En el tema de la ética y la transparencia, Cristina cree que Moyano tiene muchas cosas que explicar ante la Justicia, sobre todo, respecto de la mafia de los medicamentos. Los más sueltos de lengua cuentan que una vez Moyano, muy enojado, se atrevió a decirle en la cara que su esposo no solamente estaba al tanto de los manejos oscuros que hacían los gremios sino que, de alguna manera, él también usufructuaba esa situación. A buen entendedor, pocas palabras. Obviamente, nadie jamás pudo confirmar esto. Siempre quedó en la nebulosa de la leyenda urbana o de los rumores. Igual que el posible daño a la salud que le hizo aquella última discusión telefónica con Néstor poco antes de morir. O la respuesta tajante de Cristina en la cancha de River cuando le contestó a Moyano que ya había presidente trabajador porque ella laburaba desde los 16 años. O la manera implacable con la que Cristina limpió de un plumazo de las listas de diputados a dos cuadros moyanistas como Julio Piumato y Juan Carlos Schmid.
Moyano está convencido de que la “corporación judicial” lo acosa, “es como si la división de poderes no existiera”, tiró por elevación. Nadie olvida que en el momento en que la sangre casi llega al río, Moyano amenazó con movilizar a sus camiones hacia la Plaza de Mayo. Frenó unos metros antes del choque con Cristina y con el kirchnerismo. La última declaración de la CGT en defensa de Rubén “el Pollo” Sobrero, fue en ese mismo sentido. Por eso Aníbal Fernández tuvo que salir al cruce a decir que este gobierno no persigue a los trabajadores. Moyano está convencido y lo puso por escrito, que hay una campaña para demonizar a los dirigentes sindicales que van presos con una facilidad que no se repite entre los ex funcionarios o militantes kirchneristas, como Ricardo Jaime o Sergio Schoklender.
La Presidenta una vez le dijo públicamente que quería “compañeros y no cómplices” y ahora le pidió que se dejara de mezquindades, peleas y defensas corporativas. Moyano por ahora prefirió no contestar. Pero vive como una pesadilla recurrente la posibilidad de ir a la cárcel. Y está convencido de que si eso pasa, será por culpa de Cristina.
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