viernes, 15 de febrero de 2013
ROMPER HUEVOS
Con o sin Cristina, alguien tendrá que
hacer el trabajo sucio
Por Carlos Berro Madero
Si dejáramos de ver nuestros problemas políticos como vallas imposibles de sortear, entendiendo que hay técnicas para resolverlos, evitaríamos enroscarnos alrededor de nuestras “perplejidades”, como dice Fernando Savater.
El cambio consistiría en admitir que dichos problemas provienen muchas veces de algún tipo de fallas de nuestra parte, por comisión u omisión. Lo que nos ocurre en ese campo no suele ser solo consecuencia de lo que hagan los demás, sino de haber puesto nuestra responsabilidad personal a dormir la siesta.
“Los seres humanos mentimos con la misma naturalidad que respiramos, para sentirnos mejor con nosotros mismos”, dice Michael P. Lynch, por lo que es falso sostener que el kirchnerismo se apoderó de nuestras ilusiones. La verdad es que pretendimos salir SIN COSTO ALGUNO del pantano en el que nos habíamos sumergido por elegir caminos equivocados.
¿Era razonable pensar que el supuesto “desagravio que nos debemos” (¿) por la crisis de 2001 se cumpliría ingiriendo el veneno habitual?
No se había agotado aún nuestra proverbial memoria de corto plazo, y ya habíamos vuelto a confiar en que una dosis “leve” del mismo lograría llevarnos otra vez a “nuestro mejor momento”.
Reaccionamos como aquellos a quienes se les quita un tumor maligno y rechazan el tratamiento posterior, decretando que al estar el mismo “encapsulado”, habría dejado “limpio” el organismo para siempre. Hoy, por haber pensado de este modo, nuestra enfermedad se presenta con uno de sus síntomas más desagradables: una inflación desbocada que pone en peligro de disolver a la sociedad por la violencia.
Aceptar mansa e inconscientemente la “alternativa Kirchner” fue, desde el principio, convalidar un nuevo salto al vacío.
Que lo propusiera quien tenía el poder –Eduardo Duhalde-, no atenúa el hecho de que fueron votados por una mayoría que creyó absurdamente que quienes habían transformado a Santa Cruz en un feudo propio para disponer de él a su antojo, podían ser una solución “innovadora” para la nación.
Y fuimos quedando invadidos así paulatinamente por versiones antojadizas sobre keynesianismo, índices de crecimiento “dibujados”, hipocresías sobre los derechos humanos, supuestas “redistribuciones” de la riqueza, el lento saqueo de la “caja” de las empresas del Estado y las diatribas dirigidas desde el poder K a quienes no entendíamos la nueva era de “buenaventura” que se avecinaba.
Quienes los combatimos desde el primer día, fuimos tratados despectivamente de “fachos” neoliberales.
Se iba llenando el aire así de discursos cada vez más inflamados, y de parches cada vez más vergonzosos, mientras se señalaba con saña a los supuestos “enemigos detestables” (léase opositores) de un “modelo” salvador.
Hasta que merced a tropezones cada vez más frecuentes e imposibles de disimular, hemos comenzado a mirar nuevamente al cielo para esperar la llegada de un clima bienhechor que mejore la cosecha de soja –el “yuyo” despreciado por Cristina-, y ésta logre sacarnos a flote una vez más.
Ante la adversidad, pretenden retomar aliento otra vez quienes son parte de una ideología fracasada, reforzando sus mentiras con los discursos inconsistentes de siempre, porque “la mayoría de los charlatanes que conocemos, lo son por vocación, por ganas de presumir o por afanes monetarios” (Harry G. Frankfurt).
¿Volveremos a ingerir otra dosis de una droga que ha destruido sistemáticamente nuestro organismo? ¿O encararemos la rehabilitación definitiva?
Pronto habrá que dar, inevitablemente, un golpe de timón conceptual, porque el 2015 está a la vuelta de la esquina.
No es cierto que los problemas estén al acecho para derrotarnos arteramente. Somos nosotros quienes jugamos a las escondidas con ellos cuando aparecen, evitando comprometernos con su resolución.
Seguramente a Cristina y sus adlateres cortoplacistas les tocará jugar el peor papel: recibir la bofetada que la realidad les propinará por el cúmulo de insensateces que tejieron en la construcción de un gran fraude cultural.
Estamos convencidos que hay quienes están dispuestos a hacer el trabajo sucio necesario, cambiando el rumbo suicida por el que marchamos. Si los respaldamos cuando llegue el momento olvidando mezquindades, saldremos de nuestros problemas aunque nos cueste algunos magullones.
¿Que donde están? Pues preparándose probablemente para ser oídos y “sacudir” a la multitud de sordos en que nos hemos convertido.
Descubrirlos sin preconceptos y cuando corresponda, será nuestra tarea.
Para ello, no deberíamos olvidar que para hacer una tortilla hay que romper siempre varios huevos (Perón dixit).
En nuestro caso, sepámoslo de antemano, serán muchos más.
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